Agendas de los niños (8 a 10 años)

Es cierto lo que algunos padres han empezado a notar: la diferencia de época en la que estamos sumergidos. Los niños y la familia se encuentran en medio de cambios sin saber bien de qué se tratan, si son buenos o malos, si hay que seguirlos o más bien sostener una actitud defensiva frente a semejantes embates.

En los consultorios son frecuentes los interrogantes de los padres preocupados por la crianza de sus hijos. Parece que no alcanzan las sugerencias y los métodos de otras generaciones para dar cuenta de semejantes sucesos, por ejemplo, los horarios, los programas de televisión, las salidas, los viajes….ni qué hablar de Internet, Facebook, el chat, etcétera. Todo se asemeja a un gran disparate; en este contexto, la crianza intenta transmitir valores y criterios necesarios para el buen vivir.

Cuando digo que estamos frente a una época distinta o mejor dicho, navegando otros tiempos, me refiero a que se producen grandes modificaciones para el mundo adulto y en consecuencia para nuestros niños. Un ejemplo de ello son las agendas extraescolares, en las cuales se vuelve un imperativo el segundo idioma, el deporte (en grupo e individual), alguna actividad artística (para que el niño pueda expresarse), cuando no algo más para su futuro, en tanto pueda ir viendo qué quiere ser y hacer. Son solo algunas de las ideas que se les ocurren a los padres con la mejor intención; lo que resulta claro es que en la actualidad hay que estar preparados.

Esta preparación a veces tiende a ser excesiva, y lo que encontramos es una exigencia imposible de soportar a una edad temprana. Claro que también es cierto que algunos niños disfrutan de sus múltiples actividades, estimulados, y pareciera que no quisieran detenerse. Es conveniente poder pensar acerca de cada niño y sus necesidades, tratando de organizar el tiempo considerando que existen limitaciones propias de cada persona. Es importante señalar, además, que no es malo que los niños, en algunas oportunidades, no hagan nada; el ocio, lejos de ser la madre de todos los vicios, es el tiempo necesario para apropiarse de lo que la mente ha recibido para transformarlo en algo creativo.
Es el juego como actividad privilegiada el que generará niños despiertos y perceptivos, capaces de enfrentar cualquier época, porque de lo que se trata no es de instruirlos solamente sino de formar personas con discernimiento, con capacidad de disfrutar y de obtener calidad en la vida. Una de las consecuencias posibles de tanta preparación es que disminuye el tiempo de contacto familiar, de los adultos próximos encargados de la crianza, tiempo que también prepara y ordena psicológicamente.

No creo en una frase muy popular que existe y es “mejor la calidad y no la cantidad”; es cierto que la calidad es importante, pero la cantidad también lo es. Los niños necesitan horas compartidas, saber que alguien está; con esto no minimizo la dificultad que tienen los padres para repartir sus horas entre el trabajo, el estudio, la recreación, etcétera. Mi acento está puesto en tener presente que el equilibrio es muy delicado y que hay que trabajar para conseguir algo parecido al bienestar general de todos.
Escucho frecuentemente en mi consulta preguntas acerca de cómo ser mejores padres; se preguntan si están fallando, sienten miedos absolutamente justificados que además están presentes en todos aquellos que quieran hacer las cosas más o menos bien.

En otras palabras, el vínculo entre padres e hijos siempre tiene fallas; no se puede lograr algo perfecto. Es muy bueno que sea así porque eso hace que todos estén atentos a los posibles errores, significa que ponen atención en lo que está sucediendo y eso en sí mismo es una actitud constructiva.
Otra consecuencia es que los niños parecen mayores de lo que su edad representa, así es entonces como ingresan en un mundo adulto con coordenadas y códigos que no les pertenecen. El mundo de la infancia se mueve con otras leyes que aún perduran y que deben ser respetadas. Allí las palabras a veces tienen otros sentidos, los miedos son otros, las imágenes de los seres queridos son diferentes también, pero sobre todo es un tiempo de inversión en la estructuración de lo que ocurre en la mente, cuestión bastante complicada por cierto.

La exigencia o la vida “adulta” de los niños puede traer como consecuencia sensaciones de frustración, cansancio extremo, apatía, etcétera. Diversos síntomas que hablan, más que de conflicto, de “desorganización”, de ausencia de un adulto que piense con ellos a la hora de elegir las actividades, “con ellos y con el criterio de cuidado de ellos”.
Es diferente la frustración que se liga a estas cuestiones que estamos mencionando de aquella propia de la vida social; es imposible que un niño no se frustre en algún momento o que no se sienta bien consigo mismo, es necesario a veces. La frustración indica que el criterio de realidad, que es un mecanismo psíquico, está funcionando. Eso, a los fines de la vida y el futuro psicológico del niño puede ser muy bueno.
De todos modos creo que en estas circunstancias algo interesante puede ser que los padres intenten acercarse a esta época en que vivimos. No se puede estar fuera de contexto cuando los hijos pertenecen a estos tiempos pero sí se puede hacer propio lo que sucede.

Por ejemplo, a una familia que no esté interesada en las computadoras ni las nuevas tecnologías le resultará difícil sostenerse con hijos púberes o adolescentes. Ahora bien, pueden acceder a ese mundo con las reglas propias de dicho grupo familiar; se puede hacer el ejercicio con otros temas, la solución no es no pensar, no mirar ni negarse; a veces o casi siempre la mejor manera de acompañar a los hijos es interesarse con ellos. Digo esto porque en el tema vincular entre padres e hijos se trata de idas y venidas, si son próximas serán mucho mejores.
Como en muchas otras cuestiones familiares, no hay una sola manera de hacer las cosas, pero la mejor opción siempre es pensar, que los chicos puedan comprender que para decidir hay que realizar un ejercicio y es el del pensamiento.

Fuente: "Hijos adolescentes. El desafìo y la oportunidad de ayudarlos a crecer". Dr. Enrique Berner.

 

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