La guardería


Desde casa a la guardería o al jardín maternal: No tengamos miedos! Son espacios perfectos para aprender, sociabilizar y jugar.

Todos los papás  se llenan de dudas, al llegar a ese momento. Será muy chiquito para que esté en la guardería...? ¿le afectará?, o: ¿cómo puedo estar tranquilo “abandonando” a mi bebé con gente extraña?. Todo esto sumado a la sensación de culpa si no pasamos hasta el último minuto del día con nuestro chiquito. Pero... a no asustarse!!! Comprobando la calidad del colegio o instituto, se considera a la guardería o el maternal como una buena preparación para la escuela, y contribuyen a desarrollar la capacidad de sociabilizar con sus pares.

Un niño de 12 meses, aproximadamente, se hace muchas preguntas. Quiénes son esos otros similares a él...y además debe compartir toda la atención de esos adultos, cuando estaba acostumbrado a ser exclusivo para los grandes  que lo rodean en casa y sin esforzarse!. No le causan gracia esos otros “grandotes” que no son papá ni mamá, tampoco la abuela, que además, no se muestran tan atentos a todo lo que hace, o sus caprichos. Por lo tanto...todo es dramático!!  Prestar todos los juguetes por un lado...que no estén solo para él, por el otro...Todo mal!!

Parecería que no, pero el pasaje de la exclusividad en atenciones y caricias, al trato con personas similares a él posee su cara positiva. Esto no es una amenaza para su crecimiento, por el contrario, le provee de enseñanzas sobre la conducta muy necesarias y valiosas para poder convivir socialmente, como aprender sobre la amistad y compartir las cosas. De todas maneras, faltan unos años para eso.
En los jardines maternales o guarderías, los chicos progresivamente van creando una independencia y autonomía para este mundo, en donde tienen que arreglárselas son el apoyo constante de mamá y papá, dato que no está de más. Antes o después, tendrían que desarrollarlo.

Esos “otros”, sus iguales
En aquellos que recién llegan, el jardín o guardería implica ampliar sus relaciones interpersonales en gran medida . Primero, empiezan a sentir pertenencia de grupo. Y segundo, sienten que en ese sitio hay normativas de horarios y reglas que debe cumplir junto a los otros niños, como un sitio de juego en común, misma hora del almuerzo, la hora de la siesta...
Durante toda su formación educativa ajena al entorno familiar, se dan cuenta progresivamente de que no son el centro, a pesar de sentirse únicos en su hogar; que hay “Otros” para divertirse, jugar y compartir, como también para pelearse, para negarle sus juguetes, o gritarles.  En estos sitios, los niños adquieren una nueva faceta: vivir en sociedad y participar de la idea de grupo, en lo bueno y en lo malo. Esto es positivo, pero deber ser complementario a la educación del hogar, que le brinda al niño la enseñanza básica de las relaciones de familia.

El lenguaje
Entre sí, los niños tienen su propio sistema de lenguaje. No significa que hablen entre ellos y los adultos no entienden, sino que utilizan un tipo distinto de gestos y registros.
Ponemos como ejemplo a Micaela, de 15 meses. Ella nota que es distinto llorar ante la mamá para que le dé su juguete, que ante su compañerito del jardín, pidiendo que le deje jugar con él. No es igual de efectivo!. De modo que empleará otras estrategias, como intercambiar su juguete por el de su amiguito, con tal de lograr su objetivo. También puede utilizar el recurso de morderlo, empujarlo, tirarle del pelo, pero cuando intentó hacerlo en otras oportunidades, la retaron diciéndole que “así no se piden las cosas”.

Y al cambiar su forma de proceder cuando se dirige a otro compañero, también se modifica en gran medida su relación con los adultos. Luego intentar varias veces sin resultados, comprende que la comunicación y el lenguaje que practica con los grandes debe cambiar de acuerdo al lugar y el momento. Naturalmente, papá y mamá son más receptivos que los maestros a sus demostraciones de cariño, por lo tanto si desea algo, deberá pedirlo de manera distinta, esperar su turno y muchas veces...conformarse si no lo consigue. Éste, definitivamente, es muy buen aprendizaje.

La familia y la guardería
Si nuestro hijo comienza la guardería, eso no implica que su enseñanza esté en camino y nos desentendamos.  Es verdad que en esta edad  donde el aprendizaje no es tan rápido ni tanta cantidad, el jardín maternal supone un incremento de la cantidad de estímulos que sirven para aprender. Pero se necesita continuidad y coherencia, para que este paso sea totalmente beneficioso.

Natalia, madre de Micaela y Agustina, mellizas, se aprendió una canción que las nenas cantan a la hora del almuerzo en el jardín al que asisten. Y a la hora de la cena, ya en casa, la repiten juntas. A las  nenas les encanta, corean la canción y festejan aplaudiendo cuando están en su sitio todos los chiches, tal como hacen el el colegio. Natalia  observó también que las nenas estuvieron guardando cajas durante la mañana, una dentro de otra; y al momento del baño, les dio recipientes con sus correspondientes tapas, para que sigan con el juego. El mundo de Mica y Agus tiene un sentido, y el jardincito forma parte de esa lógica-

Claro que esas actividades están consideradas juegos, no tareas. Y es beneficioso que los adultos sean parte de ese juego, de ese modo se facilita la adecuación de los niños a la guardería y habrán disminuido la inquietud y confusión que cada situación nueva acontece.
Este orden se debe respetar en todas las facetas del mundo del chiquito. Como ejemplo, para monitorear su dieta y que sea balanceada, se debe saber qué ha comido en la guardería.
Es importante además que las reglas del lugar tengan relación de continuidad en la casa. O sea, si en la guardería no se puede jugar con juegos eléctricos al no estar adecuados para la edad de ellos, en casa tampoco deberían jugar con ellos.
Y también, un diálogo rico y fluido con sus maestras es la mejor manera de asegurarse que nuestro pequeño tiene un buen desarrollo emocional, cognitivo y físico.

El juego, muy importante
El jardín maternal, o la guardería, son pura diversión para los niños. Los adultos que inventan actividades, bailes y canciones, esa cantidad de juguetes... convierten el lugar en un verdadero paraíso, el perfecto sitio para que los chicos interactúen con libertad con sus pares y jueguen todo lo que deseen. Entre los 12 y los 24 meses de edad, el juego es pura interacción, a los niños les encanta entretenerse con otros humanos. Pero además de diversión , el juego con los pares facilita la enseñanza posterior, como la comunicación, la sensación de comprensión y de posesión, etc..  Y esto, con la supervisión adecuada de adultos preparados, conocedores de las etapas de desarrollo infantil que estén al tanto de cuanto problema surja, es una fórmula perfecta.

Entre ellos, los niños se portan de forma distinta. Entienden que no se necesita llorar para conseguir lo que desean.

¿Pero si no asisten a guarderías o jardines maternales? ¿Esto perjudicará su posterior desarrollo, lo convertirá en un ser retraído, o tímido?
Para nada. Si el pequeño no asiste a la guardería o la jardín porque estamos nosotros para cuidarlo, o los abuelos, una niñera, fantástico. Ese niño cultivará su potencialidad en la misma medida. Sí podemos y debemos alentar su relación con otros niños cuando vá a la plaza o en el mismo hogar, con familiares o vecinitos de su misma edad, con el objetivo de que tome noción de sus iguales, y pueda aprender a comunicarse y compartir sus juegos independientemente del mundo de los adultos.

 

Crecer Juntos® acompaña a los papás y las mamás en la compleja tarea de ser padres, sin pretender bajo ningún concepto reemplazar la figura del pediatra o médico de la familia.