Es jugando que el niño conoce el mundo
y se conoce a sí mismo. No hay nada
en la vida del niño que no pase por
el “jugar”.
Antes de que pueda jugar solo, elegir juguetes
y armar una escena de juego, el niño
necesita jugar con los adultos significativos
para él.
1
año
Desarrolla su habilidad manual, y aprende a caminar
y a moverse con soltura. Se interesa por todo
lo que se mueve (triciclos, hamacas). Le encanta
meter objetos en cajas y recipientes para volver
a sacarlos y jugar al escondite. Dice sus primeras
palabras y siente fascinación por todo
lo que emite sonidos, especialmente musicales,
como el xilofón o los teclados infantiles.
Necesita un desafío diario, juegos que
lo impulsen a moverse, a ejercitar su fuerza y
sus conocimientos del exterior. Teniendo la posibilidad
de desplazarse a su antojo es capaz de investigar,
tocar y probar todo lo que este a su alcance.
2
años
Mira y toca todo, corretea por la casa y quiere
imitar las actividades de mamá y papá.
Disfruta proponiéndose desafíos
personales en los que intenta superarse día
a día. Su capacidad de concentración
le permite tener actividades mas reposadas. Las
construcciones le proporcionan sentido de espacio,
equilibrio y armonía. Los peluches lo ayudan
a la hora de dormir.
-
Cuentos con letras grandes
-
Remolques, carretillas,
triciclos y sube y baja.
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Construcciones y puzzles
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Pinturas y plastilinas
-
Juguetes para imitar a
los papas: muñecos con accesorios, utensilios
y cacharritos de cocina, teléfonos, etc.
3-4
años
La clave es la imaginación. Todo lo que
incluye un elemento nuevo en su mundo interior
es importante, así como las actividades
que descarguen su adrenalina. Desarma todo lo
que cae en sus manos para ver como funciona. Se
interesa por las profesiones y por las diferencias
de sexo. Empieza a identificar alguna letra y
a desarrollar sus habilidades artísticas.
Los juguetes educativos son
aquellos que ayudan al desarrollo armónico
e integral de los chicos y a la vez divierten.
Si el juguete no los entretiene, no sirve como
instrumento de juego y tampoco es utilizado de
forma didáctica. Es por esto que es sumamente
importante proporcionar a los chicos juguetes
que desarrollen la atención, la memoria
o que faciliten a los más tímidos
la sociabilización y a los más impulsivos
el autocontrol.
5-6
años
Comienza a entender la lógica del mundo
y a asociar conceptos que antes no relacionaba.
Siente curiosidad por el otro sexo y elige a sus
mejores amigos. Los juegos normativos les enseñan
a perder y a desarrollar habilidades más
intelectuales como la memoria y el aprendizaje.
Los chicos reproducen en el
juego la sociedad en la cual les toca vivir, ya
sea con un modelo real o de ficción (un
libro, la televisión o el cine). El juego
les permite ensayar y experimentar sin los riesgos
que supondría la misma situación
en le mundo real. Es preferible evitar los juguetes
que impliquen brutalidad o peleas, ya que su formación
debe promover la paz el altruismo y la resolución
de conflictos en forma democrática. Sin
embargo, mientras se les ofrezcan modelos violentos
en la realidad o en la ficción, ellos seguirán
demandando estos juegos y juguetes.
7-9
años
Al borde de la pubertad, es hábil en casi
todo: lee, escribe y habla perfectamente. Ya ha
decidido qué es lo que más le gusta
hacer (deportes, leer, dibujar) y con quien. Se
considera muy grande para los muñecos tradicionales
aunque no para monstruos o barbies. Probablemente,
pasará más tiempo jugando con la
computadora. Chicos y chicas desarrollan ahora
actividades separadas, culturalmente asociadas
a su sexo. Se interesan por la ropa y por los
accesorios de moda. Todo lo que los hace sentir
especiales.
Existen varios tipos de videojuegos.
Aquellos que no promueven la violencia y el sexismo
pueden estimular la psicomotricidad y la coordinación
visual-manual, pero deben complementarse con juegos
de participación y con mucha lectura.
También es importante establecer horarios
para que no consuma todo el tiempo y su calidad
visual frente a una pantalla. Juguemos a veces
con él. Una familia que dialoga y se divierte
leyendo o saliendo es el antídoto perfecto.
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