Obstrucción del conducto lacrimonasal


En los recién nacidos no se observan lágrimas hasta que han pasado tres o cuatro semanas desde el nacimiento. Esto significa que el llanto del bebé será con lagrimas después de pasado este tiempo. Pero no siempre se presentan lágrimas cuando el bebé llora.

También se puede ver un ojo lloroso cuando tienen un cuerpo extraño (una basurita) o cuando padece de glaucoma congénito (aumento de la presión intraocular), enfermedad grave que demanda de un urgente diagnóstico y tratamiento.
Por este motivo, cuando los papás observen que uno o ambos ojos lloran sin causa aparente no deben demorar la consulta con el pediatra.

Entre estas dos circunstancias nos encontramos con otras enfermedades que ocasionan lagrimeo.
Una de ellas, la más frecuente es “la obstrucción congénita del conducto lacrimonasal”. Cuando, por cualquier motivo, se producen lágrimas, éstas salen en gran parte hacia el exterior, pero también son drenadas por un conducto que nace en la parte interna del ojo y termina en la nariz.
Por este motivo, cuando uno llora “moquea”. En realidad no es secreción mucosa lo que sale, sino lágrimas.
Muchos bebés nacen con el conducto de drenaje tapado, ya sea por falta de permeabilización o por que su forma en vez de ser recta es muy sinuosa, lo que impide un adecuado pasaje de las lágrimas. Esta última situación se ve con frecuencia en pequeños que tienen una nariz muy chiquitita. La consecuencia de este mal drenaje es el aumento en la eliminación de las lágrimas (epifora), la sobreinfección (conjuntivitis) o la infección del saco y el conducto lagrimal (dacriocistitis) por obstrucción prolongada.

Causas, complicaciones y tratamiento
La obstrucción del conducto lagrimal se presenta con bastante frecuencia y, por lo general, no presenta complicaciones graves. La causa es casi siempre mecánica y, por eso, se espera a que el niño crezca y se resuelva solo el problema. Como en la mayoría de los casos, el motivo de la obstrucción es la tortuosidad del conducto; es esperable que, cuando la nariz crezca, también haga lo propio el conducto y al ir rectificándose su forma, se vería facilitado el drenaje de las lágrimas.

En algunas ocasiones, se producen complicaciones no graves.
La más común es una infección de las lágrimas y de la conjuntiva.
Para esto, el pediatra aconseja unos masajes sobre saco lagrimal para forzar el drenaje y unas gotas oftálmicas que contengan antibiótico para la infección. Todo esto por algunos días hasta que todo retorna a la normalidad. Pero esta situación, a causa de la obstrucción, puede repetirse varias veces durante los primeros seis meses de vida, tiempo que, además, hay que esperar para que el problema se resuelva por sí solo.

Pero si pasado este tiempo las medidas conservadoras fracasan y la situación no se resuelve, es muy probable que el oftalmólogo infantil aconseje un sondaje del conducto para restablecer su normal funcionamiento. Este procedimiento se hace bajo anestesia general y dura muy poco tiempo. En raras ocasiones puede ser necesario repetir el sondaje ya que es una rareza que el conducto vuelva a obstruirse.

 

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