Muchos mitos y miedos se van transmitiendo
a través de las distintas generaciones.
Entre ellos, los más comunes a los
que algunas familias hacen referencia son:
temor a bañarse y/o lavarse el cabello,
consumir limón, no poder realizar actividad
física, etc. porque podría “cortar
la menstruación”.
Existe el prejuicio, sobre
todo de las mamás, con relación
al uso de tampones vaginales, por pensar que pueden
ocasionar alteraciones.
Múltiples investigaciones científicas
confirmaron que cuando se los utiliza correctamente
en la adolescencia, no provocan cambios en la
flora vaginal, ni alteran la estructura del himen.
Si no existe un rechazo importante, es conveniente
que el médico explique y enseñe
a la niña a utilizarlos, ya que brindan
mucha comodidad y posibilitan el uso de trajes
de baño, poder concurrir a la playa o la
pileta, etc.
A través de ciertas
frases como “me indispuse” ó
“me enfermé” se puede interpretar
que en algunos casos, la menstruación aún
es considerada como algo que ocurre siempre, pero
que no es normal, sino molesto, doloroso, sucio,
etc. De ésta manera se facilita la aparición
de múltiples síntomas.
Otro falso concepto, es que
una adolescente que recién comienza con
sus ciclos menstruales, no puede quedar embarazada.
Sin embargo la elevada incidencia de embarazo
a edades tempranas demuestra lo contrario.
En los primeros años que siguen a la menarca,
los ciclos pueden ser muy irregulares, y ello
no es sinónimo de infertilidad en las adolescentes,
sino que forma parte del desarrollo y maduración
del eje hormonal.
Aproximadamente después de tres años
de producida la menarca, en el 75-80% de las adolescentes
los ciclos ya son regulares. |