Reflejos


El pequeño desde que nace se expresa por un sinfín de reflejos; por ser una personita muy indefensa muchos de ellos que se activan en forma automática  y lo ayudarán en múltiples situaciones y circunstancias. Para que los papás no se alarmen cuando aparecen, deben aprender a reconocerlos.

Reflejo de propulsión
Gracias a este reflejo, el bebé se moviliza hacia adelante por sí mismo. Se active al momento en que el chiquito se coloca boca abajo y la planta del pie se presiona. Allí entonces el bebé estira su piernita y se moviliza un poco hacia adelante.

Reflejo prensión palmar
Los papás quedan encantados cuando uno de ellos roza la manito del bebé con un dedo, él cierra su puñito y aprieta con toda la fuerza que es capaz, como tratando de impedir que el papá o la mamá se vayan.  Esto produce una hermosa sensación en ellos, porque van descubriendo la capacidad de relacionarse que tiene su hijito para con ellos. Y esa reacción es un reflejo inconsciente, automático, que surge como respuesta a un determinado estímulo. Y es tan fuerte que nos chá la sensación de que si el nene se sostiene de una soguita con ese puñito cerrado, podría sostener el peso de su cuerpo.
Estos reflejos no se muestran al mismo tiempo en todos los niños. Unos se mantienen hasta el primer año, otros desaparecen en pocas semanas, cuando ya es capaz de tomar objetos con su mano de forma intencional; pero no coincide en todos los chiquitos.
Todos los actos reflejo siguen un esquema automático: el organismo siente un estímulo (como el roce de un dedo en la palma de su manito) que es transmitido a la médula, y automáticamente recibe la orden de cerrar la mano sobre el dedo.
Su cerebro, con el correr de los meses, irá coordinando los diversos movimientos del cuerpo. Esto significa que a medida que el chiquito irá creciendo, menos reflejos tendrá.
Aún no se ha determinado la razón de los reflejos en los bebés y su utilidad. Puede interpretarse como una “preparación” para facultades posteriores (como que el reflejo de caminar puede ser el anticipo para andar más tarde). Pero estas teorías no tienen validez; el niño no “ensaya” los movimientos. El movimiento de agarre desaparece en el primer año, y ese reflejo debe volver a aprenderlo de nuevo, que lo acompañará toda su vida.

Se dice también que el reflejo prensil es algo atávico (transmitido desde tiempos ancestrales), en el momento que el niño debía tomarse del cuello de su madre para no caer; esta es una explicación hipotética de la biología de la evolución, pero no deja de ser, por el momento, una idea aproximada.

Reflejo del caminar
Cuando sostenemos al bebé de las axilas y lo mantenemos suspendido en el aire con los pies rozando una superficie, él, por instinto, levanta una piernita y da un paso. Éste reflejo del caminar no lo tienen todos los niños.
Ocurre similar con el reflejo de “escalar”: sosteniendo al chiquito de las axilas y haciendo que su empeine roce el borde de una mesa, él doblará la pierna y apoyará la planta del pié por encima de la tabla. Lo que provoca este reflejo es el roce en el empeine.

Reflejo de Galant
Cuando el chiquito está acostado boca abajo y le acarician la espalda con un dedo, trazando una línea paralela a su columna, se arquea. Este reflejo, cuyo nombre se debe al médico que lo descubrió, desaparece generalmente llegando al sexto mes de vida. También se puede reconocer este movimiento en anfibios y reptiles.

Reflejo de succión
Al percibir un roce suave en su boca o comisura, el bebé abre la boca y se prepara para succionar. Si no fuera un movimiento reflejo y debiera aprenderlo, sería demasiado el tiempo que tardaría, y estaría en juego su supervivencia, ya que es esencial para su alimentación. Y siempre nos sorprendemos de la fuerza que utiliza para la succión: podemos comprobarlo cuando le ofrecemos un dedo para que lo chupe.

Reflejo de Moro
Nombrado así en honor al médico que lo descubrió, un pediatra alemán, posee dos fases: En uno, el chiquito abre sus bracitos en forma de cruz, para luego juntarlos en forma de abrazo a sí mismo. También cierra los puñitos. Este reflejo es una respuesta a cuando el bebé se asusta con algo, como un ruido fuerte que no esperaba o, por ejemplo, si alguien se tropieza con la cuna.

También los reflejos se pueden observar en los pies; son reflejos sensibles, como cuando se presiona en la planta del pie, el chiquito dobla los deditos. Cuando bebé extiende  el dedo gordo del pie y separa el resto, allí tendremos lo que se llamó el “reflejo de Babinski”. Surge al rozar los bordes de la planta del pie, por ejemplo, con una uña.

En resumen: de todos los reflejos que tienen los recién nacidos, sólo uno resulta imprescindible para la vida, que es el de succión, porque si debiera aprender a succionar, tragar, y acostumbrarse a eso, perdería mucho tiempo y puede morir de hambre. Y éste en particular ni siquiera se mantiene con el correr del tiempo.

Pero de todas maneras, los reflejos cumplen la importante función de estrechar el vínculo entre los papás y el bebé. Porque por medio de ellos, el chiquito parece decir “soy sanito, puedo sentir, acá estoy”. Se puede interpretar como “sabias trampas” de la naturaleza para que padres e hijos aprendan a querer y ser queridos, y claro,  estrechen lazos imprescindibles para sus vidas.

 

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