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La vuelta a casa luego del parto


Tener un hijo nos cambia la vida, pero no somos conscientes de ello hasta que nace.


Tenemos a nuestro bebé en brazos, le miramos y no nos podemos creer que después de tantos meses de espera, ya se encuentre entre nosotros. Su carita, su olor, sus movimientos... todo lo que soñamos estos meses de atrás es ya una realidad. Salimos de la maternidad con él, dispuestos a comenzar esa «nueva vida maravillosa» que nos hemos imaginado tantas veces durante el embarazo. Pero cuando llegamos a casa, las cosas no son tan idílicas como esperábamos. Estamos cansadas y nos apetece dormir, pero no podemos porque el bebé reclama su toma. Hay que cambiarle los pañales muchas veces por día . Las llamadas y las visitas nos agobian. El pequeño llora y no sabemos qué le pasa (¡cuánto nos ayudaban a descifrar su llanto en la maternidad), la casa esta “patas para arriba” y las abuelas y las vecinas no dejan de darnos consejos, muchas veces contradictorios, y no sabemos a quién hacer caso.
La situación nos desborda, y por momentos se hace muy difícil , la culpa nos invade…si bien sabíamos que no iba a ser fácil, no pensamos que sería tan difícil.

Porque siento lo que siento?

Puede que no encontremos una respuesta adecuada,  porque solo mirar al bebé lo compensa todo,  pero sí podríamos pensar en cansancio, agotamiento, sobre todo por la falta de experiencia. Aunque la naturaleza hace que como madres se adapten a la nueva situación y que la prioridad sea el niño, es justo reconocer que a veces cuesta un poco. Muchas mujeres sienten miedo porque están convencidas de que nunca van a saber cuidar de alguien que las necesita tanto, pero enseguida descubren que no solo pueden, sino que en pocos días parece que lo hubieran hecho toda la vida. Y lo más importante: que disfrutan con ello. Es tan cierto que después vendrá el segundo , el tercero………
Además, las hormonas continúan con su pequeña revolución y todavía influyen mucho en el estado de ánimo, propiciando incluso sentimientos depresivos. Aún no ha dado tiempo a restablecerse del parto y el cansancio es lógico, por lo que la recuperación física tarda un poco (más si el niño ha venido al mundo por cesárea). Por eso a veces no encontramos las fuerzas necesarias para poder tirar para adelante con energía y buen humor.

Ser madre primeriza no es nada facil
La situación no es la misma para las madres primerizas que para las que ya han tenido hijos. Estas ya tienen la lección aprendida y la mayoría de las circunstancias no las sorprende  tan de sorpresa, salvo que los bebés sean totalmente diferentes, sobre todo si el primero fue un ángel que solo comía y dormía, y el segundo ha salido algo más guerrero y llorón.
El llanto es precisamente lo que más suele obsesionar a los nuevos papás. Nos asustan sus sollozos, a veces desesperados, porque pensamos que a nuestro hijo le pasa algo malo que no podemos controlar, y la angustia es tanta cuando no somos capaces de calmarlo que es habitual que acabemos llorando con él. No es extraño que haya padres que lleguen a añorar su vida anterior, cuando eran solo dos y todo estaba bajo control. Lo importante es no perder los nervios, aceptar la situación y armarse de paciencia. La experiencia solo se adquiere poniéndose manos a la obra.

La prioridad: el bebé y mamá
Nadie dijo que criar a un bebé fuera fácil y si alguien lo hizo, mintió. Un recién nacido requiere toda la atención de su madre y es a ella a quien busca. No en vano ha estado durante nueve meses dentro de su cuerpo y, aunque parezca mentira, reconoce su voz y su olor, es un ser indefenso que la necesita para vivir. Pero eso no quita que nos echen una mano cuando no podamos más, y si es papá mucho mejor. En estos primeros días, madre e hijo necesitan ser cuidados y mimados al máximo.
Luego está la casa. A muchas mujeres les agobia no poder arreglarla. Antiguamente las madres se quedaban una semana en cama tras dar a luz y era normal recibir la ayuda de familiares y vecinos. Una mujer sensata conoce sus limitaciones y sus prioridades y demuestra un gran sentido común pidiendo ayuda cuando la necesita. Obviamente, la pareja es la primera que debe involucrarse cambiando pañales o haciendo la comida para que ella descanse. Si no puede estar mucho tiempo en casa, entonces será imprescindible pedir la colaboración de familiares, amigos o incluso, si se puede costear, de alguien que se ocupe de las labores del hogar mucho mejor.

 

Crecer Juntos® acompaña a los papás y las mamás en la compleja tarea de ser padres, sin pretender bajo ningún concepto reemplazar la figura del pediatra o médico de la familia.