Tercer trimestre: complicaciones


Durante el tercer trimestre del embarazo –así como durante los otros– pueden hacerse presentes enfermedades preexistentes.

Otras, por el contrario, pueden mantenerse estables durante todo el embarazo. En cada caso individual, es conveniente que la embarazada alerte a su obstetra acerca de sus antecedentes personales, tanto en lo que respecta a enfermedades de tipo clínico, como a operaciones y traumatismos.

En este capítulo nos referiremos exclusivamente a aquellas enfermedades propias del embarazo.
Su enumeración completa excede el propósito de nuestra obra, de manera tal que nos referiremos a las de mayor significación, y sin entrar en clasificaciones o enumeración de los distintos grados de severidad.
Felizmente, la gran mayoría de los embarazos cursan libre de complicaciones el tercer trimestre, y aun cuando se presente alguna de las situaciones que describiremos a continuación, éstas suelen por lo general ser moderadas y controlables. Para que ello siempre ocurra así es imprescindible el control periódico durante todo el transcurso del embarazo.

Hipertensión inducida por el embarazo
Aun en pacientes con presión previa normal (normotensas) o de baja presión habitual (hipotensas), a partir de la semana 26 de embarazo pueden aparecer elevaciones de las cifras de la presión arterial. Por lo general, aumenta primero la presión de diástole (mínima) debido a la disminución del calibre de las arterias que llevan la sangre al cuerpo a causa de una contracción de las células musculares que forman parte de la pared de las arterias.
Este cuadro se acompaña casi siempre por un grado mayor o menor de retención de líquidos extracelulares (edemas) y pérdida de proteínas por la orina (proteinuria).
Cuando estamos en presencia de estas tres manifestaciones de la enfermedad, se ha configurado el llamado síndrome preeclámptico. Si no se diagnostica y trata oportunamente, puede agravarse y llegar a la eclampsia, cuadro clínico muy severo que cursa con convulsiones, pudiendo llegar al estado de coma.
Esta situación siempre revierte luego de terminado el embarazo. Pero debe tratarse antes –cuanto más precozmente mejor–. El tratamiento tiene componentes de vieja data que aún mantienen vigencia, y asociados elementos de la medicina moderna, como son ciertas drogas antihipertensivas. El reposo y la dieta libre de sal son el soporte fundamental del tratamiento.
Si la gravedad del cuadro clínico pusiera en serio peligro a la madre, se debe interrumpir prematuramente el embarazo, aun sabiendo los riesgos que eso acarrea para el bebé. Si no lo hiciéramos, podría fallecer dentro del vientre materno. Felizmente, la moderna neonatología ha hecho perder vigencia a la antigua disyuntiva de tener que elegir entre la vida de la madre o el niño. Bien diagnosticada y tratada, la eclampsia debiera de tener un final feliz para ambos.

Diabetes gestacional
Algunas embarazadas, que no son diabéticas, pueden presentar glucemia (nivel de azúcar en la sangre) elevada durante el tercer trimestre del embarazo, normalizándose las cifras luego del parto.
De acuerdo con la magnitud del caso pueden indicarse distintos tipos de tratamiento:
• dieta pobre en azúcares
• dieta e insulina
En ningún caso se deben administrar hipoglucemiantes orales (el tipo de medicación por boca que reciben algunos diabéticos adultos) pues estos medicamentos están contraindicados durante el embarazo.
El diagnóstico precoz y el tratamiento correcto permite llevar adelante el embarazo hasta la fecha estimada de parto. Excepcionalmente debe interrumpirse prematuramente el embarazo.
Hoy sabemos que el pulmón del hijo de madre diabética tarda más en madurar, motivo por el cual debe evitarse la posibilidad de un parto antes del noveno mes.

Amenaza y trabajo de parto prematuro
Un sinnúmero de causas pueden llevar a esta situación

  • Rotura prematura de membranas
    La rotura de la bolsa de las aguas antes del término del embarazo es una poco frecuente complicación que por lo general se presenta asociada a infecciones vaginales no tratadas. Por ello recomendamos consultar al obstetra toda vez que exista flujo excesivo, sobre todo si se asocia a ardor y picazón, y especialmente si es de color distinto al blanco y con olor fuerte.
    El tratamiento del flujo patológico evita esta situación.
  • Placenta previa
    La placenta es un órgano formado al implantarse en el tejido que recubre el interior del útero materno, cuando hay embarazo (decidua) el huevo (óvulo fecundado) cumple una importante función de intercambio de substancias, tal como hemos visto oportunamente.
    Estos intercambios de nutrientes y desechos entre la madre y el hijo son posibles debido al gran desarrollo de venas y arterias –tanto maternas como fetales– que ocupan casi en su totalidad a la placenta madura.
    Ambas circulaciones sanguíneas corren paralelamente sin mezclarse.
    Normalmente el huevo se implanta en el fondo del útero, de manera tal que sobre el cuello de este órgano, en el sitio de mayor presión por la gravedad, apoya la parte libre de la bolsa de las aguas.
    Durante el trabajo de parto, ésta se rompe a ese nivel, permitiendo la salida del bebé sin producirse ningún sangrado importante ya que la bolsa no tiene vasos sanguíneos.
    Cuando la placenta se ubica por debajo del feto se denomina placenta previa. Es decir, se encuentra antepuesta al bebé en relación al orificio de salida.
    Si la placenta llega hasta el borde del cuello pero no impide la salida del bebé, que logra deslizarse lateralmente a ella, se denomina placenta previa marginal, y es posible un parto vaginal totalmente normal.
    Cuando ocupa parcial o totalmente el orificio de salida, se denomina placenta previa oclusiva (total o parcial). En estos casos debe efectuarse necesariamente una operación cesárea. De intentarse el parto vaginal cabría la posibilidad de que el niño llegase a nacer, pero la madre sufriría una gravísima hemorragia (que incluso podría costarle la vida); en general se produce la muerte del bebé antes de que llegue a nacer pues al dilatarse el cuello la placenta se despega interrumpiéndose la llegada de sangre materna a la misma (y por ende de oxígeno para el bebé).

    En los casos leves (la mayoría), sólo debe guardarse reposo en cama e indicarse medicamentos que inhiban las contracciones uterinas. Es una de las situaciones en las que no deben mantenerse relaciones sexuales, pues podrían acrecentar la hemorragia.
    Sólo en casos muy graves puede tener que decidirse la interrupción del embarazo antes del término.
    Muchas placentas que aparecen como previas en las ecografías del primero y segundo trimestre, se “acomodan” al crecer el útero y se “convierten” en placentas de ubicación normal hacia el final del embarazo. Por ello no debes asustarte si, tempranamente, te informan acerca de esta situación. La placenta previa es una patología del embarazo que adquiere significación solamente durante este tercer trimestre.
  • Desprendimiento prematuro de placenta
    Habitualmente la placenta se desprende del útero y se expulsa luego de la salida del bebé. A esta etapa del parto la denominamos “alumbramiento”.
    Si se desprende parcial o totalmente antes de que ello ocurra, estamos en presencia de una situación anormal que puede revestir cierta gravedad.
    Esta rarísima complicación pone en grave riesgo al bebé y a la madre por crearse una situación similar a la que describiéramos para la placenta previa. Debe actuarse de inmediato procediendo sin demora a efectuar una operación cesárea. Es una de las pocas patologías que obliga a veces a realizar la cesárea en la misma sala de partos.
    La madre siente un intenso aumento del tono uterino que se expresa por dolor (contracción intensa y permanente), constatándose además una disminución de los latidos cardíacos del bebé.
    Los grados leves –los más frecuentes– pueden llegar a no dar síntomas ni afectar al bebé, y ser diagnosticados luego del parto al examinar la placenta. Los casos más graves pueden producir la muerte fetal y requerir ocasionalmente la histerectomía (extirpación del útero) debido a los cambios irreversibles que sufre el músculo uterino.

Como verás, existen durante el tercer trimestre del embarazo enfermedades que pueden aparecer o agravarse, así como complicaciones de la evolución del embarazo propiamente dicho. Esto que antes podría asustar a nuestros lectores, hoy puede ser tratado abiertamente sin que ustedes deban alarmarse. El control prenatal de rutina en forma periódica y la moderna tecnología diagnóstica nos permiten asegurar un final feliz en casi todos los casos.

 

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