La historia remonta a los tiempos de los Césares
el primer antecedente de hijo vivo por cesárea
(que no fue Julio César).
Pero sólo
con el advenimiento de la anestesia y la antisepsia, a fines del siglo diecinueve,
adquirió esta operación jerarquía
como método para terminar un parto
complicado, con bienestar para la madre y
el hijo.
Algunas estadísticas
y proyecciones futuras (tanto locales como extranjeras)
aseguran que para fines del siglo veinte uno de
cada tres niños nacerá por cesárea
en todos aquellos lugares en donde exista infraestructura
y personal adecuado. Esta alarmante incidencia
es una realidad ineludible, y tiene justificativos
que permiten suponer que no se trata solamente
de una moda o de preferencias cargadas de tintes
económicos.
Las mujeres del dos mil postergarán
en su mayoría la maternidad para la tercera
década de vida, aumentando los riesgos
de distocia por falta de plasticidad en los huesos
de la pelvis. Los médicos -obstetras y
neonatólogos- se verán cada vez
más presionados por sus pares, sus sociedades
científicas, las estadísticas y
las demandas judiciales de sus pacientes, con
el fin de extremar los recaudos para que los recién
nacidos tengan la más alta calificación
cuando se efectúa el examen neonatológico.
Sea como fuere, quien se embaraza
en el momento actual debe tomar conciencia de
que la operación cesárea ha dejado
de ser un método de excepción para
convertirse en una rutina dentro de la práctica
obstétrica. De la misma manera que el fórceps
va camino de convertirse en una excepción,
a pesar de las sólidas razones que esgrimen
sus defensores, no debe sorprender que en determinado
momento del parto el equipo médico informe
que las cosas no caminan y que hay que hacer una
cesárea.
No vamos a intentar en este
artículo ejercer ni la defensa ni la condena
de la operación cesárea. Es algo
que excede nuestros propósitos. Simplemente
diremos que cuando la indicación es correcta,
bienvenida sea la cesárea. Pero que una
buena preparación para el parto así
como una satisfactoria selección del equipo
médico de acuerdo con los gustos y preferencias
de los futuros padres, son imprescindibles para
que la cesárea, si no hay otra alternativa,
sea bienvenida y contribuya a la alegría
y la felicidad de los padres y de su núcleo
familiar.
Los terceros y sus opiniones
deben quedar afuera. No obstante ello, es conveniente
que el grupo familiar que acompañará
a la pareja en este acontecimiento trascendente,
participe previamente al parto de cuál
es la postura de ellos mismos y del equipo médico
actuante en lo referente a la cesárea.
La demora en implementarla -o la facilidad para
sobreindicarla- por opiniones de terceros puede
comprometer la salud del bebé.
La operación cesárea
se realiza habitualmente con anestesia peridural
continua, la misma que se emplea para el parto
vaginal. Sólo por excepción
debe recurrirse a una anestesia
general (con gases que puedan ser rápidamente
eliminados por el recién nacido).
Algunas maternidades tienen
salas de parto en las cuales se pueden efectuar
las cesáreas, mientras que en otras se
llevan a cabo en salas anexas; y en algunos casos
en los sectores de cirugía general (a veces
alejados de las salas de parto).
¿Cómo
es la intervención?
Mientras que en la sala de parto el equipo suele
limitarse al obstetra, el neonatólogo,
la partera, la enfermera y la asistente neonatológica
(y anestesista si lo hubiere), en la cesárea
intervienen instrumentistas, uno o dos médicos
ayudantes, auxiliares de anestesia, médico
cardiólogo, etc.
Esta multitud puede asustar a la parturienta.
Hay muchos preparativos que efectuar, dando lugar
a que la principal protagonista hasta ese momento
se sienta "como un número más".
Debe estar preparada para estas alternativas.
Nadie se olvida de ella. Todo esto es para ella.
A pesar de que parece lo contrario.
Se procederá a colocar
suero (si no lo traía de la sala de parto)
y los electrodos del monitor cardíaco.
Se desinfectará la piel del abdomen con
sustancias que teñirán de color
a la misma transitoriamente, y luego colocarán
compresas estériles cubriendo todo el cuerpo
excepto el lugar en donde se practicará
la incisión. Debe rasurarse previamente
el vello pubiano (y, cuando es programada, conviene
efectuar un enema evacuante). Es oportuno no pintarse
uñas ni ojos cuando llega el momento del
parto o cesárea.
Según la técnica
quirúrgica y la habilidad del cirujano,
se demoran entre 3 y 15 minutos para extraer al
bebé. Si es una emergencia, seguramente
habrá menos reparos estéticos y
se tardará poco. Cuando no hay urgencia,
es conveniente avanzar sin pausa pero sin apuro,
cuidando todos los detalles, incluso los estéticos
(incisiones de menor tamaño que requieren
más trabajo para realizar la operación).
Es casi universal la aceptación
de la incisión transversal a nivel del
borde superior del vello pubiano. No obstante
lo cual, algunos obstetras de "la vieja escuela"
aún emplean la menos conveniente incisión
mediana, desde la cicatriz umbilical hasta el
pubis. Esta última requiere menor habilidad
quirúrgica y es más rápida,
pero (a más de que estéticamente
es poco feliz), no permite una reconstrucción
tan sólida de la pared abdominal, dando
lugar a la posibilidad de eventraciones futuras.
Apenas nace el bebé,
el pediatra habrá de acercarlo a la mamá,
para que se toquen y se mimen. Por ello -insistimos-
es preferible la anestesia peridural que permite
que la parturienta esté lúcida y
participe plenamente de su parto.
Luego del baño de rigor,
nuevamente se acercará el bebé a
la madre. Ella no podrá abrazarlo, pero
sí tenerlo junto a su cuerpo y besarlo.
También veremos así cómo
se tranquiliza el llanto del recién nacido.
Un tiempo más y se llevará el bebé
para presentarlo al padre, que no nos olvidemos,
participó en un 50% en su elaboración.
Mientras tanto se le administrará una dosis
suave de anestesia general a la paciente para
que no tenga que soportar despierta la restante
media hora aproximada que lleva el cierre de las
incisiones efectuadas, luego de la salida de la
placenta y la bolsa de las aguas. Pero por sobre
todas las cosas, evitaremos de esta manera que
tenga que escuchar todos los chistes viejos y
comentarios del partido de fútbol del domingo
que harán los hombres presentes en el equipo
quirúrgico. ¡Ya bastante con que
se torture a las enfermeras e instrumentadoras
con tanta charla superficial!
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