Anemia


La anemia es la disminución de la cantidad de glóbulos rojos.

Es habitual encontrarla en los niños de entre 6 meses y 3 años de edad, sobre todo en niños que no han recibido prevención con hierro ya sea a través de una alimentación suplementaria con alimentos fortificados con hierro o con suplementos medicamentosos indicados oportunamente por el pediatra.

Habitualmente, los niños durante el primer año de vida presentan un rápido crecimiento, siendo las reservas de hierro utilizadas para tal fin. Si las mismas no son suplementadas en ese tiempo, los niños están expuestos a sufrir un déficit de hierro que derivará en un cuadro denominado anemia ferropénica. Las adolescentes debido a la menstruación y también al rápido crecimiento, están propensas a padecer anemia.

¿Porqué se produce?
La anemia más frecuente es causada por falta de hierro. Otras causas pueden ser: enfermedades infecciosas, carencias de vitamina B12 o de ácido fólico, la mala alimentación y las parasitosis. La utilización de leche entera de vaca u otros animales en menores de 1 año puede producir una enteropatía perdedora de glóbulos rojos, enfermedad en la cual se presenta una salida periódica de glóbulos rojos hacia la luz intestinal, que con el tiempo desarrollará anemia.

Como se ve, este tipo de anemia carencial puede llevar al compromiso de su vida afectando todos los órganos. La consecuencia más importante de la deficiencia de hierro, especialmente si ha llegado al grado de anemia moderada, se refiere al desarrollo intelectual presente y futuro de los niños. En los escolares anémicos, se ha demostrado reiteradamente una disminución en su rendimiento, hecho que mejora con la corrección de la deficiencia. En los más pequeños, por otra parte, se detecta un retraso madurativo importante.
El déficit de hierro en la infancia puede producir alteraciones en el coeficiente intelectual que perdurarán toda la vida.

Diagnóstico
Es muy común que su pediatra, además de solicitar estudios de laboratorio, le pregunte sobre la historia nutricional. Es necesario elaborar un perfil confiable de la alimentación del niño incluyendo el tipo de alimentación, la historia de lactancia materna, si ha recibido suplementos de hierro, ingesta temprana de leche de vaca completa sin diluir, ingesta de fórmulas infantiles fortificadas, características de la ablactación (primeros alimentos sólidos que se le dan al bebé), etc.

Síntomas
La anemia puede producir diferentes síntomas de acuerdo a su severidad, pero en la mayoría de los casos los niños anémicos presentan: sensación de frío, palidez cutáneo-mucosa (más evidente en manos y labios), fatiga, somnolencia (sueño excesivo y permanente), irritabilidad, decaimiento o apatía, debilidad muscular, adelgazamiento, hiporexia (disminución del apetito), taquicardia (aumento de la frecuencia cardíaca), infecciones a repetición, retardo en el crecimiento y en el desarrollo psicomotor.
Algunos otros síntomas dependen de la causa de la anemia: cambios en las uñas, piel y lengua, sobre todo en las anemias causadas por la falta de vitaminas como la B12 y el ácido fólico.

¿Qué debe comer un niño anémico?
La alimentación debe ser variada pero nunca deben faltar:

  1. Carnes de pollo, de pescado pero, sobre todo, de vaca.
  2. Legumbres como lentejas, garbanzos, porotos (su hierro es más aprovechado si es acompañado por jugo de naranja).
  3. Vegetales de hoja verde (su hierro también es más aprovechado si es acompañado por jugo de naranja).
  4. Hígado.
  5. Cereales fortificados, leches y yogures fortificados.

¿Cómo evitarla?

  • Fomentando la lactancia materna.
  • A partir del sexto mes de vida, ofreciendo una alimentación completa y variada.
  • Recibiendo suplementos con hierro cuando el pediatra lo indique y por el tiempo que sea necesario.
  • Concurriendo a los controles del niño sano y de la mujer embarazada.
 

Crecer Juntos® acompaña a los papás y las mamás en la compleja tarea de ser padres, sin pretender bajo ningún concepto reemplazar la figura del pediatra o médico de la familia.